¿Conocemos a un personaje de nuestro interior que suele ser expansivo y optimista? Sí. ¡Ese que a pesar de tener un punto dogmático y prometer más de lo que está dispuesto a dar, también suaviza las aristas de nuestro día a día!
Es un convencido de que cualquier problema puede resolverse con diálogo y solidaridad. Si fuéramos un vehículo el personaje del que hablamos sería el acelerador.
Para averiguar algún detalle más sobre él busquemos en qué sector de nuestra vida preferimos que las cosas sean fáciles y creemos que todo es posible.
Para encontrar dónde tenemos este “yo positivo y expansivo”, deberíamos escuchar esa amable voz interior que nos susurra:
Confía, si puede salir bien, actúa como si fuese a salir bien.
Cree en ti mismo, en tus recursos, en tus dones y en tu intuición. Todo lo que esperas de la vida, ya está en ti.
La energía que mueve el mundo es el amor. Que sea tu prioridad, tu primer criterio para tomar decisiones en lo que te afecta a ti y repercute a los demás.
Ante las dificultades, opta por la estrategia de enfrentar los problemas hasta hacerlos desaparecer.
Aquello que sucede que no tiene remedio, nos pide aceptación y reposo (o movimiento) para procesar la frustración. En una batalla perdida, el que se rinde gana más que el que se empeña en la lucha.
Todo pasa por algo. Cada experiencia te deja algún tesoro, aunque no lo sepamos apreciar en el momento. La vida es como un chiste, te enteras de la “gracia” al final.
Frases que tal vez nos suenen a unicornios, arco iris y pajaritos de colores.
“¡Maldito optimismo!,” -expresa una parte de nosotros que padece cada vez que las esperanzas, las expectativas y las ilusiones se ven frustradas.
¿Es una opción acertada dejarnos llevar por el idealismo?
Parece que no siempre funciona caminar por la vida con la bandera del “todo va a salir bien” a lomos de un unicornio. Sin embargo tampoco deberíamos dejar que el pesimismo nos atrape en el espeso pantano de la inseguridad. Huyamos del idealismo ciego y de la rígida negatividad. No es necesario tirarnos sin paracaídas entre pajaritos voladores ni tampoco anclarnos en la inseguridad.
Ejercicio práctico
Proponemos un ejercicio para compensar la parcialidad negativa de nuestro cerebro y absorber lo bueno. El objetivo es el de atraer a la conciencia esas actividades, actitudes, pensamientos que sabemos que nos dan placer.
Necesitamos de unos palitos de madera, o trocitos de cartulina rectangulares rotulador y un recipiente vacío.
Escribe en cada uno alguna actividad que recuerdes que te haya proporcionado placer. Serán nuestros ítems del placer y escribirlos nos ayudará a focalizar y absorber lo positivo de nuestras experiencias.
Esfuérzate en dejar al menos diez dentro de un bote y pon a mano un buen puñado de ellos para ir anotando cada noche la actividad del día que más te haya gustado en uno de ellos.
Puede que solo el efecto visual de ese recipiente lleno de ítems lance un mensaje a tu cerebro: “¡Cuántas experiencias placenteras!”
En los momentos de desidia, puedes sacar al azar unas cuantos ítems que te inspiren a hacer algo que ya sabes que elevó el ánimo un día.
Esta actividad es útil y divertida practicarla con los niños. Desde la infancia esta parcialidad negativa del cerebro está activa y es nuestra responsabilidad educarlos en saber absorber con consciencia todo lo placentero que se experimenta cada día en esta aventura que supone estar vivo.
Fuente: https://planosinfin.com/el-yo-expansivo/